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Iparralde, un punto de partida ilusionante

Se da respuesta a una demanda histórica que se remonta siglos atrás

28/01/2017
Imanol Lasa

Desde el pasado 1 de enero, los 158 municipios de los tres territorios de Iparralde están representados en una entidad política, con una institución propia, que contará con importantes competencias en política económica o lingüística, entre otras. Ipar Euskal Herria deja de ser así un mero concepto cultural-histórico y ve como se le reconoce un nuevo estatus, un hecho cuya trascendencia permite comprender la ilusión y la expectación que se palpaban en el acto de elección del presidente de la Mancomunidad, Jean René Etchegaray. Iparralde se convierte así en la segunda aglomeración más importante de la región Nueva Aquitania, con una población de 300.000 habitantes y un presupuesto de 200 millones de euros.

 La creación de la Mancomunidad es una magnífica noticia, en primer lugar porque cuenta con un consenso político claro, reflejado tanto en el 73,4% de los votos obtenido por Etchegaray, como en la voluntad mayoritaria expresada anteriormente por parte de los municipios en dos ocasiones –el 70%-. Se da respuesta a una demanda histórica que se remonta siglos atrás; ya en la Revolución Francesa, tal y como recordó Etchegaray en su discurso inaugural,  los hermanos Garat propusieron crear un departamento vasco que reconociera los ‘derechos históricos’ (sic) del país.

El proceso de gestación de la Mancomunidad tiene el valor añadido de la participación de representantes tanto de las administraciones como de la sociedad, la cultura, la economía, la educación, además de personalidades cualificadas, incorporando al capital social así como a las distintas sensibilidades políticas. Destaca en este sentido el papel realizado por el Consejo de Electos Vascos desde su creación en 1995. A lo largo del camino se han ido superando obstáculos en forma de recursos judiciales, suspicacias, enconados debates, y la cerrazón permanente del Estado Francés, que rechazó en 2012 reconocer la singularidad de Iparralde desechando la petición de crear una Colectividad Territorial Específica.

En lugar de ceder a la lógica  frustración provocada por aquella decisión, se continuó trabajando, y se aprovechó, haciendo de la necesidad virtud, la reforma administrativa emprendida por París para crear una Mancomunidad que, aunque no cumpliera todas las expectativas, marca un hito desde el punto de vista de la territorialidad y el reconocimiento político. Un ejercicio de pragmatismo que, desde el punto de vista de Gipuzkoa, va a permitir ahondar en el trabajo realizado durante los últimos años entre Iparralde y nuestro territorio, su ámbito natural de cooperación por proximidad y competencias, ampliando además el ámbito de la cooperación transfronteriza a Ipar Euskal Herria en su conjunto.

Que  Iparralde posea instrumentos de acción propios, y una interlocución unitaria, abre nuevas posibilidades para que abordemos los retos y necesidades existentes a los dos lados de Pirineos:  asegurar el futuro de las políticas sociales, abordar el envejecimiento, crear empleo y actividad económica, repensar el modelo turístico, fomentar la investigación, aumentar el uso del euskera entre los más jóvenes, o modernizar y desburocratizar la administración. El compromiso con la buena gobernanza, con nuestro cultura e idioma, o con la pacificación explicitado por los nuevos responsables de Iparralde dibujan un futuro ilusionante.

Al mismo tiempo, existen interrogantes ineludibles, como las  transformaciones que conlleva la nueva Mancomunidad en los dos órganos en los que se materializa hoy en día la cooperación transfronteriza: la Eurociudad Vasca y el Conseil départemental (CG-64). En el primer caso, dos miembros de los seis actuales que conforman la Agencia, uno fundador (ACBA) y el otro ordinario (ASPB), desaparecen, y habrá que analizar el futuro encaje de los actuales miembros guipuzcoanos (Ayuntamiento de San Sebastián, Oarsoaldea y Consorcio Bidasoa-Txingudi). En cuanto a las relaciones con el CG-64, el nuevo reparto competencial afectará a algunas de las materias pactadas en el III. convenio que hemos firmado recientemente.

Entramos por tanto en un momento de transición, en el que ya hemos transmitido a los y las responsables de la Mancomunidad nuestra voluntad de crear un foro de reflexión interno, que permita analizar nuevas posibilidades de cooperación, y crear nuevos instrumentos para adaptarnos a esta nueva realidad dentro del marco Europeo, con voz propia y posibilidades de acceder a recursos. Lo importante es que hay una voluntad de seguir trabajando juntos y de dar continuidad a los proyectos concretos que tenemos en curso, más de 30, con el fin de mejorar la calidad de vida de la ciudadanía.

Mientras tanto, asistimos con una expectación enorme a la nueva andadura de Iparralde. Sus responsables tienen por delante la tarea de dotar de contenido y proyecto político a la institución, peleando por su peso específico ante Aquitania y París, con la posibilidad de ir asumiendo nuevas competencias progresivamente. Asimismo, Etchegaray deberá seguir tejiendo complicidades, entre la costa y el interior, entre los pueblos y las ciudades, entre distintas tendencias políticas, labor en la ha sobresalido hasta ahora. Y cómo no, con la posibilidad inédita de ahondar en la colaboración con Euskadi y Navarra en el horizonte, reforzando nuestros vínculos naturales, y poniendo las bases de acuerdos en clave de país que nos permitan avanzar como pueblo.

  

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