La búsqueda y recogida del tesoro

Javier Lander Villamayor (Ollogoien, Navarra 1945) es un agricultor que completa esta actividad con la truficultura desde hace dos décadas, conociendo los principales mercados de este hongo y habiendo participado en congresos.

Los inicios no fueron favorables, pues los catalanes que les dieron charlas informativas, les vendieron plantas que dieron malos resultados, a pesar de lo cual siguieron intentándolo. Recuerda que a finales de la década de los años cincuenta del siglo XX llegaban "cazadores sin escopeta" catalanes y aragoneses acompañados de perros que, por lo que luego se supo, recogían trufas silvestres y a los que más tarde se unió un guarda forestal. Cuenta con un huerto trufero al que se refiere como "finca particular" vallado y formando una unidad bien diferenciada en el bosque.

LicoLico, localiza una trufa por el olor que desprende, y que los humanos no detectamos, en el terreno preparado para esta finalidad (plantación trufera). (Fotografía: Javier Carballo).

Javier arranca las hierbas nocivas y pasa el arado de vertedera, manifestándonos que por cada hectárea coloca 250 plantas micorrizadas en un marco de 7 x 7 m. que compra a viveros de Sarrión (Teruel). Para conseguir los primeros frutos, si se dan, hay que esperar de ocho a diez años. Señala que se ha avanzado mucho en el estudio del cultivo de la trufa y de la eficacia de la micorrización de los viveros que garantizan la calidad de sus productos. Cuenta con perros (pastores vascos) y nos recuerda que también se han utilizado cerdas y en otros lugares jabalinas.

Una vez en el huerto trufero el truficultor Javier Lander ordena al perro Lico que inicie la localización de la trufa, para lo que utiliza su olfato, dando vueltas y más vueltas, bajo la atenta mirada de su dueño, que le anima con expresiones como "Lico, Lico" o "busca, busca". El trufero nos manifiesta que "si Lico levanta la cabeza lo más probable es que no haya trufas". Si por el contrario el perro percibe el aroma que desprende la trufa negra oculta bajo tierra, se para y escarba en el lugar. En este caso Javier se agacha, separa al perro y utilizando una herramienta preparada para recoger la trufa, el machete trufero, profundiza en la tierra, entre 10 y 20 cms. con cuidado para evitar la posible ruptura del hongo o sus raíces. Si no aparece el fruto el propio Javier huele la tierra y vuelve a llamar a Lico para que marque el lugar que a veces suele estar a pocos centímetros. Obtenida la trufa se deposita en una bolsa que el trufero lleva colgada del hombro y premia al perro con cualquier alimento que le guste (pan, chorizo) ya que probablemente se le ha traído con hambre hasta el huerto.

Javier LanderEl truficultor Javier Lander utilizando el machete trufero extrae la trufa negra oculta bajotierra (entre 10 y 20 cm). (Fotografía: Javier Carballo).

Aunque se detecte el olor a trufa no significa que siempre haya de encontrarse bajo tierra, porque en caso de no recogerse se descompone liberando esporas y el aroma se mantiene algún tiempo. Algunos animales (jabalíes, tejones, zorros, entre otros) buscan la trufa, dejando restos que a veces atraen a los perros.

Terminada la búsqueda y recogida de trufas, continúa en el huerto durante un tiempo que varía, en función de la climatología y del truficultor.

Javier Lander premia a LicoJavier Lander premia a Lico por la localización de la trufa. (Fotografía: Javier Carballo).