Fabricación de herramientas

Tras cesar la ferrería de El Pobal, en la obtención de hierro a partir de mineral, a final del siglo pasado, se convirtió en un martinete dedicado a transformar este material, producido por otras industrias, en productos que demandaba el mercado, aunque el cambio apenas originó modificaciones sustanciales en los edificios e instalaciones.

Felipe Pérez Lázaro, nacido en 1878 y que falleció el 10 de setiembre de 1943, tras abandonar su oficio de ferroviario, se inició en el de forja, como aprendiz en El Pobal que se dedicaba a la forja y estirado de llantas para ruedas de carros, así como de tochos de hierro y acero a secciones cuadradas y planas de dimensiones menores "fabricados al martillo hidráulico" y utilizados entre otros usos para "calzar" herramientas, es decir soldarlas al útil gastado por el uso y reconstruir su filo en hachas o azadas, o su superficie de trabajo en rejas de arado.

También a la forja de "toda clase de herramientas para minas, ferrocarriles, agricultura, etc.", destacando entre sus fabricados los picachones, azadas y rastras o raederas para las cercanas minas de la zona, así como "rejas (para arados), calzas y dentales de las dimensiones y modelos que se pidan", que se vendían en España utilizando un catálogo ilustrado. Hacia 1930 Felipe Pérez Lázaro acabó arrendando la ferrería.

La fabricación, tras calentar la materia prima, hierro o acero, en fraguas alimentadas por carbón mineral, se basaba en la utilización del "martillo pilón" movido por energía hidráulica, realizándose en "forja libre" las labores y operaciones más pesadas, es decir aquellas en las que mayor volumen de material se debía de conformar.

Todo el resto de las operaciones se realizaban forjando las piezas sobre yunques, golpeándolas con mazas accionadas manualmente por los trabajadores que utilizaban las sencillas herramientas tradicionales de los herreros como martillos, tasas y planas tajaderas, entre otras. Se fabricaba en lotes o series de piezas iguales del orden de unas 200 a 400 unidades en las operaciones de forja en el martillo hidráulico y de 30 a 50 en las de forja manual.

Julen ZabaletaJulen Zabaleta refleja el funcionamiento de una parte de El Pobal.

Estas labores tenían, por lo tanto, un gran contenido manual, precisando conocimiento del oficio, mucha habilidad y un gran esfuerzo físico.

Los métodos de trabajo, así como los conocimientos requeridos a los trabajadores y la tecnología e instalaciones y posiblemente la organización, eran en gran medida similares a las utilizadas por la industria transformadora del hierro en productos elaborados existente en nuestro país, al menos los siglos XV y XVI y que perduraron hasta finales del XIX. En ocasiones a las herramientas que fabricaban les ponían la marca del cliente, pero generalmente, les aplicaban su propio sello.

 La actividad transformadora de El Pobal, que no dispuso de energía eléctrica hasta 1955, se mantuvo en funcionamiento hasta 1965, por los hermanos Pérez Ibarrondo, Angel y Enrique, dos de los doce hijos de Felipe y Emilia, siendo uno de los últimos vestigios de esta industria, cuyas formas y técnicas de trabajo podemos conocer por transmisión oral de uno de sus protagonistas.

En 1946 J.M. Seminario de Rojas manifestaba refiriéndose a el Pobal "Es un verdadero monumento histórico a la técnica siderúrgica española" y añadía, "Se conserva íntegra con su fragua para fundir el mineral, su gran rueda hidráulica motriz y sus barquines o fuelles con sus correspondientes toberas rudimentarias, maquinaria soplante de aquellos siglos. En cuanto a su martinete de madera y con la boca de hierro como todos los de entonces, puede dar 280 golpes por minuto. Este es un dato técnico interesante y que refleja a la perfección a lo que se llegó en aquellas máquinas elementales. Son los propietarios cuatro hermanos los que trabajan en ella y fabrican picos y azuelas para las minas".

 A partir de los años cuarenta los procedimientos utilizados para la fabricación de distintas piezas eran básicamente los que se exponen a continuación.

 

Seminario de Rojas, J.M. Una ferrería que funciona como en pleno siglo XVI. Vida Vasca, 1946. XXIII, página 177.