Importancia de la madera

Hasta fechas todavía recientes los bosques tenían una gran importancia socio-económica, con una regulación muy estricta de su cuidado y aprovechamiento. Un buen ejemplo son las ordenanzas de Elgoibar del siglo XVIII.

En las mismas se regula detalladamente su cuidado, determinándose cómo debían realizarse las plantaciones en viveros, la distancia que debe haber entre los árboles, así como entre sus distintas clases (robles y hayas). Los vigilantes no debían dejar cerrar los setos con estacas y se regulaba hasta el destino de las ramas rotas. Se establecía pormenorizadamente cómo debían realizarse las talas destinadas a la construcción naval, de edificios, así como las que se preveían dedicar a la obtención del carbón.

Las consecuencias derivadas de los daños que pudiese producir el ganado también se contemplan, así como las penas a imponer a los culpables "y de no hallar uno" lo debían pasar entre los seis vecinos más cercanos al lugar del suceso.

Al llegar la época de la caída de las hojas debían examinarse antes de proceder a su venta. Asimismo, los árboles bravos (los que no estaban destinados al trasmocho) recibían una atención especial. Se prohibía la corta de árboles frutales, así como "hacer fueso en los argomales, cortar helechos con guadaña, ni cortarlos en los viveros".

El modo de realizar los arrendamientos de los castañales y el nombramiento de los cuatro comisarios de montes tenía una regulación específica.

La venta se realizaba por el sistema tradicional. Sirva como ejemplo la subasta que el año 1743 se celebra en los soportales del ayuntamiento de Elgoibar, para lo que se encendieron varios cavitos de cera y cuando se apaga el último, que denominaban "hueco", al no presentarse mejor postor que Francisco de Errasti se le adjudica el contrato para cortar 75 robles. Para concretar los que M podía derribar se contrató a un maestro examinador que el propio adjudicatario tenía que pagar. (1)

 

(1) A.H.P.G.O. L-1-1.723, folio 326.