Intervención de los municipios

La disponibilidad de tejas y ladrillos fue una preocupación constante de los municipios al no atender la oferta las necesidades de los vecinos, ya sea por las dificultades de transporte o por la inversión necesaria. Esta circunstancia, como lo atestiguan diversos documentos y contratos, obligaba a los Ayuntamientos a concertar con artesanos tejeros, generalmente foráneos, la puesta en marcha de hornos para la coción de tejas y ladrillos, conviniendo su explotación durante un tiempo determinado, a fin de que no faltaran estos dos fundamentales materiales para la edificación o reparación de viviendas. Por su parte los vecinos, tenían que adquirir una cantidad determinada a un precio previamente pactado siempre "que salga buena obra a vista y examen de los que entienden y conocen de ello, aunque no siendo de toda satisfacción de los vecinos de dicha obra no sean obligados a tomarla, sino que dicho oficial (el tejero) disponga de ello por su cuenta"(1).

Al término de la primera adjudicación, los Ayuntamientos sacaban a subasta pública su utilización, comprometiéndose el adjudicatario a fabricar una cantidad determinada de tejas y ladrillos y los vecinos a comprar a un precio estipulado suministrando, además estos últimos, el combustible necesario, "argoma y leña" para el horno de coción.

Para la fabricación, de cada tipo de tejas o ladrillos, se utilizaban unos moldes de madera, de los cuales uno maestro o de referencia, era suministrado por el propio Concejo, con las medidas deseadas y convenientemente marcados. Todos los años se sacaban las copias necesarias para efectuar el trabajo, que se comprobaban y marcaban quemándose los moldes viejos. En Elgoibar los moldes maestros se "clavaban en la puerta de la Casa Concejil" de forma que en cualquier momento pudieran efectuarse las comprobaciones necesarias.

Aunque durante los siglos XVII y XVIII debía haber artesanos guipuzcoanos especializados en la fabricación de tejas y ladrillos, el oficio no debía ser muy conocido, y en algunas épocas cayó en franca decadencia, pues con frecuencia se contrataban oficiales procedentes de Laburdi para construir hornos y fabricar tejas, como en 1660 en que el Ayuntamiento de Elgoibar llega a un acuerdo con Martín Arrese, "vecino de Larrasao en la provincia de Labort" para hacer dos "jornadas de cal ladrillo y tejas". De nuevo el mismo Concejo en 1691 contrata a Joan Aguirre, también vecino de Larrasao, para desempeñar el mismo trabajo.

La falta de oficiales especializados en esta industria debió continuar durante las décadas siguientes. Así en 1754 el Padre Larramendi en su "Corografía" y hablando de los oficios dice "solo he notado que son franceses los tejeros, sin saber por qué, los guipuzcoanos no se aplican en este oficio".

En 1770 la Sociedad Económica de Amigos del País elabora un informe sobre este actividad y achaca su decadencia entre los guipuzcoanos a la falsa idea, entonces generalizada, de que existían oficios considerados como viles e indignos, figurando entre ellos los de tejero y alfarero, y con objeto de promo-cionarlos establecía unas recomendaciones, en las que se dice que "se prefiera (para este oficio) a los naturales antes que a los extranjeros, no más hábiles que aquellos" y "que si es preciso utilizar extranjeros, deberán enseñar el oficio a los naturales y para ello se les dé gratis argoma y leña"(2).

A partir de comienzos del siglo pasado estos prejuicios fueron desapareciendo y el trabajo de tejero fue extendiéndose por todo el país y consiguiendo abastecer toda la demanda.

En el amasado del barro también se utilizaran caballeríasEn el amasado del barro también se utilizaran caballerías.

 

(1) Contrato de la Villa de Amezketa con Martín de Gaztanbide 1676. A.P.T. Leg. 1046. Folio 4.

(2) Leandro Silván. Cerámica del País Vasco. Ediciones de la Caja de Ahorros Provincial de Guipúzcoa.