BOQUILLEROS

Se conocían con este nombre a los trabajadores que situados en la parte inferior de los hornos de calcinación, se ocupaban de extraer el carbonato tratado.

Uno de los pocos boquilleros al que hemos podido acceder es Agustín Aguirre Lelerias, nacido en el Valle de Sada (Cantabria) el 9 de Abril de 1922, que sigue manteniendo una actividad extraordinaria para su edad, por ejemplo, como cazador. Desde joven se ocupó de cuidar el ganado vacuno, hasta que sus padres se trasladaron a Carranza (Bizkaia), trabajando en una ferrería. En 1946 se empleó en Solvai S. A. en Torrelavega (Cantabria) para en 1952 trabajar en la Mina José en el Barrio Cotorrio de Gallarta (Bizkaia), dedicándose en su interior a “romper y cargar vagones”, cumpliendo lo que llamaban “la tarea”. Complementaban la retribución cargando vagones “de Renfe” en la estación, desempeñando durante años la tarea de boquillero.

A comienzos de los sesenta del siglo XX pasó a “maquinista”, viéndose obligado a superar un desnivel de unos 300 m. hasta la estación, donde basculaban los vagones sobre lo que llamaban “tolvas de la Renfe”. Los avances tecnológicos en las máquinas utilizadas, hizo que fuera seleccionado para actualizar sus conocimientos en Nüremberg (Alemania), donde permaneció un mes. Al cierre de las primeras minas, a finales de los años setenta del siglo XX, pasó a la empresa de subcontratas Emilio Merodio como maquinista y chofer, hasta su jubilación.

El horno de calcinación de la Mina José tenía cuatro boquillas que debía manejar el boquillero y un ventilador para dirigir el fuego hacia la parte superior. Al abrirse el rastrillo el carbonato calcinado sale al exterior dependiendo la cantidad del grado de apertura. Si salía el mineral con fuego debía cerrarse y continuar con las otras boquillas. Como el carbón lleva caliza, a veces salía cal, que no tenía ninguna utilidad. Un total de 100 toneladas al día echaba por arriba el carbonero y una cantidad algo menor extraía el boquillero en la parte inferior. El mineral calcinado se depositaba en vagones que se basculaban a “vagones de Renfe”.

Agustín Aguirre. (Fotografía: Marisa Eguillor)Agustín Aguirre. (Fotografía: Marisa Eguillor)

Para evitar que se quemara el carbonato, la temperatura máxima que debía de llegar a tener el horno era de 900º. En caso de superarlo el mineral salía en polvo y había que desecharlo. Cuando se abría la boquilla salía polvo con cal, que hacía expectorar al boquillero.

Agustín Aguirre. (Fotografía: Marisa Eguillor)Agustín Aguirre. (Fotografía: Marisa Eguillor)

El oficio de boquillero, en opinión de Agustín Aguirre, solo es posible dominarlo con la experiencia.

Los sábados y domingos no se trabajaba, dejando vagones cargados en la parte alta del horno.

Tenían asignada una tarea de 25 vagones por jornada laboral, pagándoseles una peseta más por cada uno que superara esta "tarea". Como boquillero ganaba 240 pesetas a la semana, que era el doble de lo que recibía un trabajador de Altos Hornos y disponía de economato. Dado que también realizaba labores de maquinista y chófer, la retribución subía a 550 pesetas semanales. También realizaba trabajos como herrador y artillero cuando era necesario.