Las telefonistas

En las centrales manuales para establecer la comunicación entre dos aparatos telefónicos era necesaria la intervención de una persona, al estar cada abonado unido mediante una línea al cuadro conmutador lo que permitía conectarlos entre sí, utilizándose líneas de enlace cuando pertenecían a cuadros distintos, tareas que llevaban a cabo las telefonistas.

A este puesto se accedía mediante exámenes cada vez más difíciles de superar que básicamente versaban sobre lectura y escritura en castellano y euskera, un cierto dominio en el manejo de cantidades y resolución de problemas sobre las cuatro reglas de aritmética. Con el transcurso del tiempo también se exigieron conocimientos geográficos. En la primera convocatoria de la Real Provincial de Guipuzcoa (1909) de las 102 presentadas aprobaron 69. La constante ampliación de la red y de los servicios así como de abonados y de número de conferencias elevó la plantilla inicial a 190 en once años.

La telefonista situada frente al cuadro lleno de clavijas y con auriculares en los oidos sabía que le llamaban "cuando caía una chapita redonda", que correspondía a un determinado abonado. Tras conocer lo que le pedían ("póngame con tal número de tal sitio") y rellenar "un ticket" con lo que le pedían y a qué hora, se ocupaban de establecer la comunicación por riguroso orden de petición. La tarea se complicaba si la conexión pedida era intellamadas internacionales que en 1924 llegaron a 5.922 en Guipuzcoa.

Cuando la llamada duraba tres minutos la telefonista avisaba al abonado (salvo en los casos que él pedía que no se hiciera), reiterándole la advertencia a los 6 minutos y así sucesivamente cada vez que transcurría este intervalo de tiempo.

Los "ticket" no eran de aplicación en las cercanías al ser el servicio gratuito y recogidos por la encargada servían para redactar las facturas que debían de pagar los abonados que habían demandado los servicios de la compañía.

También era de su incumbencia el servicio telegráfico y de telefonemas. La telefonista tomaba por escrito los avisos que se los entregaba a una compañera que a su vez los remitía al domicilio de su destinatario. Para los caseríos existía el "propio" encargado de recoger los telefonemas y entregarlos en destino. Al remitente se le comunicaba el precio (que incluía el servicio de entregas) sometiéndolo a su aceptación. El "propio" dependiendo de la urgencia y de las circunstancias del tiempo podía cobrar la entrega de 1 a 3 ptas. Los telefonemas podían ser a portes pagados o debidos, siendo lo más habitual lo primero pues en el segundo caso el destinatario podía negarse a pagarlo.

En una situación en que los retrasos eran lo normal llegando a durar varias horas (la demanda superaba ampliamente la capacidad de la red), ante las reiteradas reclamaciones y la acostumbrada desesperación de los abonados, la paciencia y una-probada capacidad de relación, eran cualidades muy necesarias en las telefonistas de toda una época.

A estas profesionales que tenían la posibilidad de escuchar las conversaciones entre los abonados se les exigían un estricto secreto profesional sobre cualquier circunstancia relacionada con su trabajo. Aunque en las poblaciones pequeñas y locutorios (más de un centenar además de 22 en las estaciones de los Ferrocarriles Vascongados y hasta en el hipódromo de Lasarte "abierto en la temporada de carreras"), las telefonistas tenían mucha independencia en los centros principales como San Sebastián, Ibarra, Eibar, Vergara, etc., las encargadas se ocupaban de organizar y asegurar el buen funcionamiento del servicio, lo que suponía un mayor control de las trabajadoras. Eran frecuentes los relevos y aunque tenían corto períodos de descanso su trabajo no estaba exento de una cierta dureza.

Tenían una buena consideración social y su retribución en general aunque peor que en los puestos similares de la C.T.N.E. era superior al del resto de las ocupaciones femeninas de parecido cometido. A principios de los años 30 las encargadas ganaban 300 ptas. al mes, las telefonistas de segunda 250 ptas. y las de tercera (locutorios sin abonados) 150 ptas. Con la progresiva automatización del teléfono fueron desapareciendo las centrales manuales y con ello las entrañables telefonistas. Las que siguen entre nosotros guardan un grato recuerdo de su época laboral y del trabajo que desempeñaron hasta hace unas cuatro décadas.

 

El teléfono automático en Guipúzcoa al alcance de todos. Ignacio María Echaide. Diputación de Guipúzcoa. 1925.