Montadores de líneas telefónicas

La red telefónica guipuzcoana, excepto San Sebastián, fue de titularidad de la Diputación Provincial hasta 1950, por una concesión obtenida en 1908. Su construcción, que quedó terminada en 1910, requirió pues dos años y una inversión de 1.113.000 pesetas, empleándose hasta 6 cuadrillas de 7 trabajadores cada una, al mando de un capataz. Fueron necesarios más de 7.000 kgs. de hierro galvanizado, casi 10.000 postes de madera, 107.000 aisladores y cerca de 21.000 travesaños, entre otros materiales.

Para el mantenimiento de la línea, entre 1931 y 1936, se emplearon dos cuadrillas, con 10 trabajadores cada una al mando de un capataz “katapaza”. Sus funciones básicas era el tendido de nuevas líneas, la reparación de averías, y su mantenimiento en correcto estado de funcionamiento. Para ello reparaba los hilos deteriorados, ponían postes y tendían cables aéreos y subterráneos.

Según Pedro Ituarte de Getaria, que fue un especialista en esta actividad, su ámbito de actuación era toda la provincia, y los trabajadores, que procedían de distintos municipios, se trasladaban, en bicicleta, desde sus domicilios al lugar de trabajo o sus proximidades, y cuando por la distancia era preciso, se alojaban en alguna población cercana, lo que era muy frecuente. En la bicicleta transportaban las herramientas necesarias para su trabajo, que repartían entre los distintos miembros de la brigada (palanca, cazo para extraer tierra, pala y pico, entre otros), así como un rollo de alambre utilizado para efectuar reparaciones pasado por el hombro.

Las líneas telefónicas se instalaban preferentemente siguiendo las carreteras y caminos para facilitar los trabajos y su mantenimiento. Cuando era preciso instalar una nueva línea, un camión transportaba y distribuía, a lo largo del trazado, el material necesario (postes de madera, travesaños, aisladores e hilo). Habitualmente se depositaban en caseríos en los que se almacenaban para posteriormente ser trasladados al lugar de su instalación, por los propios caseros, utilizando carros de bueyes, por lo que cobraban los precios convenidos. Es destacable las excelentes relaciones que tradicionalmente se han mantenido con los baserritarras.

Para colocar los postes, generalmente de pino de noruega, de hasta 8 y 10 m. de altura, utilizaban una técnica muy similar a la de los “linieros”.

Telefonos

Resulta cuando menos llamativo que al tensar las líneas, para darles la misma flecha, para la comprobación se situaba uno de ellos en la parte central, dando instrucciones a los demás por medio de silbidos utilizando un código preestablecido: un silbido, tirar; dos, parar; tres, aflojar y otro específico, mezcla de los anteriores, retroceder.

Los cables gruesos, compuestos de hasta 80 pares de hilos, se tensaban utilizando una pareja de bueyes, contratado en algún caserío cercano.

En caso de avería en la línea, los trabajadores recorrían la misma a pie o en bicicleta, buscando la anormalidad, provistos de un rollo de alambre y algunas herramientas manuales.

En el caso de tener que realizar conducciones subterráneas, excavaban una zanja de 40 x 80 cm. y una vez nivelado su fondo con cal, tendían a lo largo varios tubos de goma mantenidos en la posición adecuada con horquillas de madera, para verter sucesivamente una lechada de cemento y luego hormigón. Una vez endurecido éste, extraían los tubos de goma, lo que era sencillo, dejando una conducción adecuada para el paso de las líneas telefónicas.

En las conexiones de las líneas a las centrales las realizaban los celadores, quienes asimismo colocaban los aparatos telefónicos y efectuaban las reparaciones en las áreas urbanas.

En la década de los años treinta, los trabajadores de las brigadas que eran empleados de la Diputación Foral, cobraban entre 9 y 10 pesetas al día, siendo de su cuenta el alojamiento y manutención, cuando fuera necesario, lo que les costaban entre 3,50 y 4 pesetas al día. La misma época un trabajador de la industria de la zona y ganaba entre 5 y 6 pesetas al día.