Radio-Telegrafistas

El proceso de implantación de la radiotelegrafía en España, fue lento. Como ya hemos señalado el Reglamento del 24 de enero de 1908, puso en marcha el primer servicio, bajo el monopolio del Estado. Hay que esperar a 1911 para que se constituya la Compañía Nacional de Telégrafos sin Hilos, que no fue operativa hasta 1917, en que se inicia el despegue de la radiotelegrafía española. Como precursoras de las estaciones radiotelegráficas costeras, se pueden considerar a las torres semafóricas que combinan telegrafía óptica y eléctrica, transmitiendo los despachos recibidos de los barcos.

Carlos Alonso Mendizabal (San Sebastián 1932), después de estudiar Marina Mercante en la Escuela de Náutica de A Coruña, navegó durante varias campañas por los mares de Terranova y Groenlandia con la compañía Pysbe. Autor de dos excelentes novelas (1) sobre temas marinos, es un gran conocedor de la pesca del bacalao.

Según Carlos Alonso Mendizabal, en la segunda parte de los años cincuenta del siglo pasado, los radiotelegrafistas de Pysbe, provenían de Correos y Telégrafos, siendo frecuente que se embarcaran para “hacer la campaña del bacalao” atraídos por las mucho mayores retribuciones que obtenían. Sin embargo, las condiciones en que tenían que desempeñar su trabajo eran muy distintas a sus habituales como funcionarios, y no todos acababan adaptándose a las mismas.

Estos profesionales que tenían la consideración de oficiales, utilizaban aparatos emisores y receptores similares a los telegrafistas de tierra aunque para distancias cortas (15/20 millas) se comunicaban por radio (telefonía o fonía) utilizando claves que se cambiaban cada 15 días, lo que en muchos casos no impedía que se acabaran conociendo sus significados, por los competidores.

Teóricamente los radiotelegrafistas trabajaban las 24 horas del día, aunque lo habitual era que descansaran de noche “que es cuando menos actividad telegráfica había dejando abierta la radio por si se producían avisos por radiofonía”.

Entre sus obligaciones cabe destacar, la de obtener dos veces al día el parte metereológico y pasárselo al capitán. Lo mismo debía hacer cuantas veces fuera necesario en caso de bajas presiones o colas de huracanes, así como por la presencia de icebergs determinando, a ser posible, su posición. Asimismo debían recabar de otros barcos de la misma empresa la cantidad de pesca obtenida y retransmitirla diariamente, en clave, a la dirección de la compañía. También tenían que informarse e informar de las posiciones de otros barcos que se hallaban pescando en distintos bancos. Recibían instrucciones de la dirección de la compañía. que debían de comunicar a sus destinatarios, así como avisar a los consignatarios de los puertos de Terranova las fechas de llegada y las necesidades, entre otros, de alimentos, pertrechos, agua, sal y gasoil. Tenían obligación de respetar el tiempo de silencio obligado, zonas rojas de reloj de a bordo, del minuto 15 al 18 y del 45 al 48 para no saturar las frecuencias y dejar libre para aquellos barcos que precisaran ayuda. S.O.S. y enviar telegramas personales a las familias de los tripulantes, cuyo costo era a su cargo.

El radiotelegrafista debía de mantener los equipos radioeléctricos en perfectas condiciones de trabajo, cuidando de que las baterías estuvieran siempre con la máxima carga.

TelegrafistasFormación de telegrafistas militares en 1908 (cedida por Jon Gutiérrez).

Alex Turrillas Aranzeta (Deba, 1953)

fue radiotelegrafista de la marina durante doce años (1976-1988), a bordo de varios buques mercantes de diferentes compañías, generalmente extranjeras.

Previamente tuvo que obtener el obligado titulo de Radiotelegrafista o como figura en su titulación el de “Oficial Radioelectrónico de la Marina Mercante”.

Para cursar los estudios, al menos en aquella época, se exigía tener aprobado el PREU o el COU. Tras dos años de estudio en la Escuela Oficial de Náutica con enseñanzas sobre Lenguaje Morse, Electrónica, Electricidad, Sistemas de Navegación, Meteorología, Inglés, Teoría del Buque, nociones de Legislación Marítima etc., y obtenido el titulo, eran obligatorias “las prácticas” embarcado durante un período mínimo de seis meses.

Los radiotelegrafistas de la marina mercante, tanto los de los buques como los de las estaciones radiocosteras, disponían de aparatos transmisores y receptores de radio, de Onda Media y Corta, tanto en telegrafía como en telefonía, así como radiotransmisores de telefonía en VHF.

Los buques fueron aplicando importantes mejoras en las comunicaciones hasta el punto de que llegó un momento en el que convivieron la tradicional transmisión en lenguaje Morse, utilizando el manipulador telegráfico (en el argot “La Chicharra”) con los más avanzados sistemas de comunicación vía satélite.

Sin embargo las condiciones en que llevaban a cabo su trabajo y la gran responsabilidad les diferenciaba de los telegrafistas de tierra.

La necesaria capacidad para reparar cualquier avería en los equipos utilizados (transmisores, receptores, radares, gonios, antenas, etc.) fundamentales para la navegación de los buques, estaba justificada ante la eventualidad de cualquier avería de los equipos en alta mar.

Por esta circunstancia todos los reglamentos que regulaban su actividad les exigían “realizar el mantenimiento y la reparación de los equipos a su cargo y los de radioayuda a la navegación”, para lo cual debían disponer de las herramientas y repuestos necesarios.

La gran responsabilidad de estos profesionales se evidenciaba sobre todo en el caso de dificultades en la navegación. La presencia de ciclones cuya intensidad, velocidad y dirección eran conocidos a través de los partes meteorológicos recibidos por el radiotelegrafista resultaban fundamentales para que el capitán del buque pudiera decidir acerca del rumbo más adecuado.

Asimismo su labor era de suma importancia en las operaciones de socorro entre buques, en la recepción de mensajes de urgencia y seguridad del tráfico marítimo, y en los habituales mensajes comerciales entre el capitán, los armadores y los “charterers” del buque.

Respecto a la comunicación en lenguaje Morse, los veteranos radiotelegrafistas sostienen que a la hora de recibir un mensaje eran capaces de detectar el carácter, los modales y el humor de la persona que transmitía el mensaje. Hecho curioso pensando que la recepción consistía en una serie de señales acústicas de radiofrecuencia en forma de puntos y rayas.

Tenían que hacer guardias de ocho horas en la frecuencia internacional de llamada y socorro (500 Khz), y en las horas libres debían dejar conectados los equipos de autoalarma en esta frecuencia, para poder recibir cualquier señal de socorro enviada por un buque en apuros.

La radiotelegrafistas de la Marina Mercante tenían rango de oficiales. Disponían de los uniformes y distintivos correspondientes a su rango, recibiendo tan solo las órdenes directas del capitán. Juraban guardar en secreto el contenido de los mensajes recibidos y transmitidos.

En los años setenta del XX llegaron a ganar hasta tres y cuatro veces más que los profesionales de parecida cualificación en tierra y era muy frecuente que por la similitud de sus labores se reconvirtiesen en controladores aéreos tras los correspondientes cursos de formación.

Alex Turrillas AranzetaAlex Turrillas Aranzeta en la estación de radio del buque de bandera liberiana "ARGUS CARRIER" en ruta de Santos (Brasil) o Aqabah (Jordania). Según Turrillas este buque transportaba 2.500 automóvile y 2.000 contenedores "precintados" con destino final a Iraq, por aquel entonces en guerra contra Irán. Según apareció en diversos medios de comunicación de todo el mundo, el gobierno de Iraq regalaba aquellos automóviles a cada una de las viudas de guerra iraquíes en aquella contienda.

 

(1) Arte al agua (2000) y Prestos a virar (2002). Carlos Alonso Medizabal, editados por Dossoles de Burgos.