Restauración de libros con hojas de papel

El trabajo de restaurador exige el conocimiento previo a cualquier intervención, de las primeras materias, los aditivos y las tintas, que se utilizaron en la elaboración del libro que se pretende recuperar, lo que constituye una ayuda importante para determinar las causas del deterioro y decidir sobre el proceso de recuperación a seguir.

Dentro de los procesos básicos comunes para los libros y documentos en soporte de papel, el restaurador orienta su trabajo hacia los aspectos conservativos (libros) y con menos frecuencia a los estéticos (grabados y planos entre otros).

El examen previo al inicio de la restauración debe determinar minuciosamente la identificación del documento, es decir, el tipo de papel, de tintas y de encuadernación (cubiertas, costura, lomo, guardas, cabezadas, lazos, etc.), así como su estado de conservación; si existen hojas desgarradas, mutiladas, lagunas, medición de acidez, localización de hongos, determinar la naturaleza de manchas, galerías de insectos e incluso reconocer si se han llevado a cabo restauraciones anteriores, empíricas por lo general. Una vez tomados estos datos se realiza una sesión fotográfica de los aspectos más significativos: anverso y reverso general, así como entre otros detalles concretos de deterioros.

Se continúa el proceso con la limpieza llamada “en seco” o “mecánica” eliminando mediante una brocha toda la suciedad ambiental y cualquier otro aditamento superficial siendo, en ocasiones, necesario el uso de alguna otra herramienta como la espátula o gomas. Los parches, cintas autoadhesivas y similares plantean problemas singulares.

El desmontaje o desencuadernación del libro constituye una operación que requiere oficio. Se utilizan diversas herramientas hasta lograr su desplegado total.

El papel que se utiliza en los libros y documentos y en general en todo tipo de material cultural tiene que ser de gran durabilidad, siendo su mayor enemigo la acidez causada por la presencia de impurezas ácidas. Por todo ello es muy importante la medición del ph para lo que habitualmente se utiliza un aparato llamado ph-metro. En caso necesario, que es lo habitual, se procede al lavado del papel, previas pruebas de la solubilidad de las tintas, con la finalidad de eliminar los ácidos. A continuación se procede a una nueva medición y en caso necesario se desadifica para depositar una reserva alcalina para su protección futura tras lo cual el ph debe situarse entre 7,5 y 9.

En el caso de que haya presencia de microorganismos se procede a la desinfección con alguno de los productos preparados para esta finalidad introduciéndolos en el proceso de lavado o la desadificación.

Se continua con la reparación de rotos y desgarros si los hubiera, lo que requiere actuaciones distintas según su situación e importancia. También son frecuentes las reintegraciones, es decir, rellenar con injertos las zonas perdidas utilizando materiales de características similares al objeto a restaurar lo que al igual que las reparaciones puede llevarse a cabo en seco o en húmedo.

El proceso continua con el reencolado para dotar de mayor fortaleza y protección al papel frente al exterior devolviéndole la resistencia que ha podido perder en el lavado. Tras alisar los injertos y cortar el papel sobrante se pasa al prensado, plegado y montaje de los cuadernillos.

Es muy conveniente el registro de la restauración, es decir agregar a la descripción, el cómo se recibió el libro, las circunstancias y el detalle de cómo se ha llevado a cabo la reparación, lo que es especialmente necesario en libros antiguos o raros de valor histórico y cultural o que razonablemente pueda pensarse que lleguen a serlo.

Antes y despuésAntes y después de la restauración por Henar Peso de un grabado a buril con manchas de foxing (hongos más hierro).

Restaurando un libroHenar Peso restaurando un libro. (Foto Julen Zabaleta 04/05)

 

Nuestro agradecimiento a Henar Peso por la valiosa ayuda e información que nos ha facilitado.