Las secretarias

 Las grandes empresas industriales de nuestro entorno contaban con oficinistas responsables de las ventas, la contabilidad, las compras y con el desarrollo de la Seguridad Social, con especialistas en cumplir sus requisitos y preparar las nóminas. Con ellos convivían empleados de menor cualificación profesional, como el encargado de copiar todas las "cartas, telegramas y documentos" cumpliendo lo establecido por el Código de Comercio vigente, para lo que se utilizaba una prensa manual de husillo y "los inolvidables calcos azules", para posteriormente encuadernar las copias, formando libros o, "el ordenanza" responsable de una gran variedad de trabajos, desde poner en contacto a las visitas con los oficinistas que deseaban entrevistarse, además de cuidar del alumbrado, las estufas o distribuir el correo.

Al mismo tiempo o poco después se incorporaron las secretarias, generalmente con un nivel de formación superior al del resto de los trabajadores y aunque la confianza era fundamental, (puede ser que el nombre se derive del hecho de tener que guardar secretos) se les exigía desempeñar eficazmente las tareas que se les encomendaban, que básicamente consistían en evitar al jefe (dueño o gestor de la empresa) el tener que atender al teléfono, "filtrando" las llamadas, ordenar la correspondencia que recibía y pasar a máquina las cartas y escritos que dirigía a terceros.

Tarjeta postalTarjeta postal francesa de principios del siglo XX que recoge la estampa habitual de la secretaria y su jefe. Destaca la máquina de escribir de la época.

Estas tareas pronto se complementaron con la ordenación del despacho, gestión de sus visitas y algunos otros trabajos como el servicio de café en las reuniones y los de carácter personal.

Los cambios de los trabajos a desempeñar por las secretarias y que siguen siendo casi exclusivamente realizados por mujeres, al igual que en el resto de los oficios, se han acelerado en las últimas décadas, siendo actualmente fundamental, aparte de una notable personalidad, lo que no debe impedir quedarse en un segundo plano cuando las circunstancias lo requieren, capacidad de adaptarse a las cambiantes situaciones e iniciativa, así como el dominio de varios idiomas, con el inglés como imprescindible y de las nuevas tecnologías. Además es necesaria una adaptación continua a los cambios.

Todo ello hace que su cualificación sea más elevada.