Las condiciones de trabajo

Existe unanimidad entre viajantes veteranos, de considerar como lo más negativo de la profesión, los largos períodos de alejamiento de la familia y del entorno social. Sobre todo los domingos y festivos, constituían una pesada carga que trataban de aliviar juntándose "los del oficio". Hasta casi los años sesenta, se relacionaban con sus allegados por carta.

También los fríos o calores en algunas regiones, hacían penoso el oficio. Ante el cambio de las estaciones del año, escribían a sus familias para que les enviaran las ropas más adecuadas al lugar donde pensaban llegar. El robo de la  maleta que contenía los muestrarios, constituía una preocupación, porque sin ella "no se podía trabajar" y, además en muchos casos, contenía mercancía de valor notable del que eran responsables.

Los horarios de los viajantes se acomodaban a los del comercio, procurando no acudir a los establecimientos en los momentos de mayor afluencia de clientes. Se trabajaba todos los días de la semana, a excepción de los domingos, aunque avanzados los años sesenta del siglo pasado, se empezó con el llamado "sábado ingles" (no se abría por la tarde).

La retribución de los viajantes no parece que guardara relación con su trabajo. Los que trabajaban a comisión cobraban un porcentaje sobre el importe de los pedidos logrados; "los días, que los había, que no vendían nada, no ganaban nada". Sin embargo, veteranos profesionales manifiestan: "que se ganaba mucho más que en las oficinas de las empresas que representaban".

Los hechos o situaciones normales en la época, pero singulares vistos desde nuestros días, protagonizados por los viajantes de comercio son muy numerosos. Uno de los veteranos cuenta que en los años treinta del siglo pasado, cuando visitaba a un importante cliente en el Valle de Arratia, tenía que coger el tranvía y para hacer más llevadera la espera, llevaba alpargatas y pelota para jugar en el frontón. Las costumbres de la época se reflejan en el hecho de que el Hotel Almirante de Bilbao, para atraer los domingos a los viajantes, que eran sus mejores clientes, incluía langosta y angulas (en su época) en los menús. Hombres jóvenes, largos meses separados de sus familias, obviamente tuvieron variadas relaciones, con diversa suerte, con mujeres de los lugares que visitaban.

En la legislación española, la figura del "comisionista" como variedad de la comisión mercantil, se recoge en el Código de Comercio de 1829 y, posteriormente, en el de 1885, habiendo que esperar hasta 1926 para el reconocimiento de la profesión de Agente Comercial, pero, sin que se regulara el contenido de la actividad. La creación de los Colegios Oficiales, en esta última fecha y la obligatoriedad de colegiación, supusieron avances muy importantes.

FacturaFactura de estancia en el Hotel Perla de Pamplona (30/04/1925).

 

Informante principal

  • José Martínez Rabanal