Si bien, en su sentido estricto, algunos proyectos emprendedores apenas necesitan de la puesta en marcha de estrategias de innovación empresarial, resulta importante señalar que, por el contrario, toda apuesta innovadora exige siempre ser impulsada y sostenida por un importante espíritu emprendedor. Por un espíritu emprendedor decidido a la hora de poner en marcha un nuevo proyecto productivo, que sea sólido para llevar a cabo dentro de la empresa esfuerzos innovadores de amplia base y, sobre todo, que sea permanente para que la compañía se encuentre preparada en todo momento para afrontar los cambios exigidos por un mundo económico cada vez más competitivo y globalizado.
Visto de este modo, todo acto de innovación es un acto de emprendimiento y, en esencia, ha de convertirse en una práctica permanente que ayude al diseño de empresas ágiles, estables y globalmente competitivas.
Hay que tener en cuenta que el carácter innovador de una persona o de una empresa es algo más que diseñar un nuevo producto o servicio. Toda persona emprendedora que tenga un mínimo de experiencia en la gestión de un proyecto empresarial, independientemente del sector al que pertenezca éste, sabe, por el contrario, que el acto de innovar es un proceso mucho más amplio que abarca a toda la organización. Por ello, quizás el acto más importante de emprendizaje que puede llevarse a cabo, más allá de poner en marcha una empresa desde sus cimientos iniciales, es el de incitar a cambios profundos, importantes y eficaces en diferentes áreas o procesos de la compañía.
Emprender, de este modo, significa poner en marcha un nuevo proyecto empresarial, abrir nuevas líneas de negocio o dar un salto cualitativo en la marcha de la compañía, pero, en la mayor parte de las ocasiones, el acto de emprender es algo mucho más cotidiano y mucho más relacionado con la innovación permanente, algo que resulta clave para cualquier organización que desee alcanzar unas determinadas cotas de excelencia empresarial.
En este sentido, investigar, por ejemplo, en nuevas técnicas de fabricación, en nuevos modos de acercarse al cliente, en el establecimiento de nuevos planteamientos en el ámbito de las relaciones laborales, en el diseño de nuevos mecanismos de financiación o en el diseño de nuevas herramientas de gestión son también elementos básicos de innovación y emprendizaje que resultan trascendentales para el éxito de cualquier persona emprendedora y de cualquier proyecto emprendedor.
Emprender e innovar se convierten así en caras inseparables de una misma moneda que resulta esencial para que una determinada empresa, siempre en cambio permanente, produzca los recursos necesarios para el lanzamiento exitoso de nuevos productos y servicios más próximos al cliente. Al final, éstos son los que van a proporcionar a la empresa la ventaja competitiva necesaria para sostener un clara posición de liderazgo y para mantener una clara situación de primacía con respecto al resto de su competencia.