“Artzainak haser zitean, gasnak ager zitean” dice el refrán. En sentido metafórico, significa que en las disputas es cuando afloran las verdades ocultas. Pero el enfado de los pastores no es algo metafórico. Aunque nos parezca que los montes son muy amplios y que todas las ovejas son iguales, el tener que compartir ganado y la explotación de espacios comunes ha sido durante siglos una gran fuente de conflictos.
Es por eso durante siglos se han regulado los derechos de explotación del ganado, de los montes, de los pastos y de los bosques. Vivir en el monte, juntarse en el monte… también se han llegado a celebrar ferias en el monte, tal y como refleja el topónimo “Perileku” sito en Aralar.
Entre las personas identificadas en esta fotografía encontramos a un matrimonio. Porque a veces también las mujeres e incluso familias enteras, subían al monte a pasar el verano. A pasar el verano sí, pero no a pasar el rato, ya que el pastoreo requiere de mucho trabajo. He aquí, por ejemplo, una mujer cortando lana. A pesar de que la distinción entre hombres y mujeres en las profesiones tradicionales siempre ha estado muy marcada, no siempre ha sido rigurosa y ejemplo de ello es el de la lana.
El pastoreo es una profesión milenaria, pero ha ido evolucionando con el paso de los años. Hace 50 años el pelo de oveja, aunque fuera latxa, se pagaba bien porque se destinaba a diversos usos. Aunque el trabajo fuera duro se cortaba el pelo a mano haciendo uso tan sólo de tijeras de esquilar. Hoy en día se esquila a máquina, pero no se puede vender la lana. Al contrario, es un gasto ya que no da ni para pagar a los esquiladores.
Por supuesto, también se hacía queso, pero no era tan preciado. Ahora la fama de la denominación de origen de Idiazabal traspasa fronteras y tiene su propio centro de interpretación.
Nuevas evoluciones de un viejo oficio.