El orden de los ácaros, perteneciente a la clase de los arácnidos, está formado por una gran cantidad de especies entre las cuales solamente un pequeño número son perjudiciales para los frutales.
Son muy prolíficos y tienen bastantes generaciones al año ya que en condiciones favorables de clima, humedades bajas y temperaturas altas, pueden realizar todo el ciclo en unos 15 a 30 días nada más. Esto da una idea clara de la peligrosidad que reviste la presencia de un pequeño número de ácaros en momentos en que las condiciones ambientales les sean favorables, ya que en pocos días pueden multiplicarse de tal forma que lleguen a invadir una plantación y producir en ella graves daños.
El desarrollo pasa por las fases de huevo, larva, ninfa y adulto, pudiendo quedar inmóviles durante varios días en determinados momentos de su evolución. La inmensa mayoría de los adultos tienen ocho patas pero los estados larvarios presentan tres pares de patas únicamente.
Existen diversas especies de ácaros que son depredadores de los ácaros fitófagos; entre ellos los más habituales son los "fitoseidos". Son de pequeño tamaño, alrededor de 0,5 mm.
y su transparencia les da una tonalidad clara. Al ser depredadores tienen que desplazarse para buscar sus presas por lo que se mueven con agilidad y rapidez. Los fitoseidos juegan un importante papel en el control natural de las poblaciones de ácaros fitófagos, por lo que es necesario respetarlos y fomentar su presencia, evitando el uso de productos fitosanitarios que incidan negativamente sobre ellos.
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Es la especie de ácaros más peligrosa, y también la más común, en Gipuzkoa; con mucha menor frecuencia, se observa, también, la presencia de Tetranychus urticae.